Tal vez fragmentos de una historia contada, ajena o cercana a mí, hechos que alguna vez formaron parte de mi vida, hojas de un libro ya contado, ya leído, ya vivido.
Eso que muchas veces, queremos desaparecer, olvidar, borrar todo rastro o huella, o que dejen evidencia de su existencia.
Pero los recuerdos están ahí, atesorados en tu corazón, apretujados en tu mente, escondidos en tu alma. Aquellos, que en más de una ocasión, sacaron una lágrima tuya, o te regalaron una sonrisa.
Eso es lo que más miedo me da. Si los recuerdos son inolvidables precisamente por lo que son, ¿cómo es posible que empecemos a olvidarlos? Se supone que los mejores son los que no quieres olvidar nunca pero, a veces, sin motivo aparente, se desvancen, se pierden como nubes en el cielo. Y lo peor es que dejan un vacío en nuestro interior, un abismo profundo al saber que sólo son recuerdos, y que jamás volverán a suceder, porque fueron segundos, minutos, horas, días... suspendidos en la cápsula del tiempo.
De hecho, los recuerdos son lo único que nos queda cuando todo acaba, y nos convierten en lo que somos, forman parte de nuestro ser y nos acompañan en cada capítulo de nuestra particular historia. Es por ello por lo que no quiero olvidar; no quiero perder una parte de mí, una parte que vale la pena guardar en mi corazón y merece formar parte de un capítulo sin fin. Y entonces te preguntarás... ¿cuál es el problema? El problema es que cuanto más intento recordar lo mejor que me ha pasado en la vida, más detalles se me olvidan, y no es para nada justo. Tengo miedo de llegar a olvidarlo por completo y, lo que es peor, de que esto se convierta en una maldición, una maldición que me haga olvidar todo lo bueno que me ocurra, todo aquello que merece ser grabado en lo más profundo de mi ser.
No, me niego a aceptar que eso pase, que después de todo lo que he luchado, sufrido, después de todos los altibajos, complicaciones, obstáculos y demás... me quiten uno de los tesoros más preciados que tengo. Nada ni nadie, pase lo que pase, conseguirá borrar esto de mi mente, y empezaré por acaptar que no son los detalles lo más importante, sino saber lo que te hizo sentir y que, después de todo, valió la pena.
Porque los recuerdos son aquellos que jamás se olvidan, que se quedan impregnados con tinta imborrable para nunca salir de la memoria del corazón.
