Hay momentos en mi vida en los que me invade esa dichosa nostalgia que está presente últimamente en mis pensamientos. Cada vez que voy por la calle, me acuerdo de las tardes que pasaba jugando durante horas y horas con mis primos, disfrutando de esa inocente niñez que tanto añoro. Cada vez que escucho una canción típica de mi país recuerdo las noches de fiesta con mi familia, los alegres viajes en coche o los días en los que, sin hcer nada realmente extraordinario, diferente o especial, era feliz por el único hecho de estar al lado de los que quiero con todo mi corazón. Últimamente, en esta época de estrés, cansancio, tensión, me gustaría trasladarme a mi mundo de la infancia y dejarme cuidar por los demás, como lo hacía antes. Cuando todavía no sabía ni leer, mi madre, la mejor del mundo entero, me secaba y daba todo su cariño y calor después de bañarme; era una sensación tan reconfortante, me sentía segura, comprendida, querida. Ahora que lo pienso, me hacen falta más momentos como éste, sí, momentos en los que alguien, puede que tú, me haga sentir segura, querida, agradecida por tenerlo a mi lado.
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